Era vecina de Petit Nomad, nuestra cafetería, y se ubicaba a unos pasos de Plaza Cataluña
Hace ya más de 100 años de aquel mítico café llamado Cataluña que tuvo una estrella Michelin.
Corría el año 1916 cuando Joan y Josep Bachs se hicieron con el Café de Cataluña. Dos años antes, el establecimiento había sido la primera aventura en hostelería del empresario Ramón Perramón, que por motivos desconocidos lo dejó en mano de Joan Amils y Josep Bachs, según cuenta Paco Vilar en Barcelona, ciudad de cafés (Ediciones Invisibles, 2013).

El Café de Cataluña ocupaba una de las esquinas más emblemáticas de la Plaza Cataluña, es decir, justo donde empieza la calle de Bergara y donde hoy está ubicado nuestro Petit Nomad, pero un par de números más cerca de la propia plaza. En concreto, y aunque cabe tener en cuenta que la numeración de la calle ha cambiado ligeramente desde entonces, esta era la dirección: Plaza Cataluña, 4 y Bergara, 16. Hoy, en aquella dirección, se levanta el edificio del Triangle, que alberga un centro comercial y distintas empresas, y justo al lado, la última cafetería de Nomad Coffee.
Aquel café, operaba durante todo el día y era lugar de tertulias animadas en pleno centro de la ciudad. Era, en efecto, un café-restaurante, una tipología hostelera muy en boga en la época, tal y como contamos aquí, y de la que Barcelona tenía numerosos ejemplos que tenían en común lo siguiente: grandes espacios y grandes horarios, y una oferta lo suficientemente variada como para adecuarse a cualquier momento del día. Es decir: se podía tomar un café rápido o lento y uno podía sentarse a comer o a cenar a la velocidad que deseara.
Además, se nutría del público que durante las tardes y las noches acudía a ver obras de teatro, cine y otros espectáculos que tenían lugar en locales cercanos, como El Dorado y el Salón Cataluña. A la entrada, el público tenía la costumbre de tomar algo antes de que empezara el show (tal vez un buen café para aguantar la velada) y, a la salida, paraban a cenar. La reputación del Cataluña fue creciendo y su cocina, aumentando de nivel. Tanto fue así que la prestigiosa Guía Michelin, en la primera hornada de galardones que distribuyó entre establecimientos catalanes, en 1936, estaba aquel café, el Café-Restaurant Cataluña.
Lamentablemente, la Guerra Civil y la dictadura afectaron al Café Cataluña. El cierre del teatro El Dorado supuso un golpe a la facturación del lugar y terminó cerrando sus puertas en 1954. El día que bajaron la persiana, el periódico local La Hoja del Lunes se hizo eco, y dedicó estas palabras al Café Cataluña: “durante sus cuarenta y cuatro años de vida, desfilaron [por allí] los más famosos personajes de la vida local contemporánea y alrededor de sus mesas se formaron peñas y reuniones de la más variada índole”. Decían, además, que tal fue la fama que logró el Cataluña que sus camareros “llegaron a ser famosos en España y fuera de ella”.