La falta de café te puede llevar al divorcio
HISTÓRIA - TURQUÍA - PAREJAS
La solución: aquí
O eso dice una leyenda urbana turca que se ha hecho viral. Una pareja tenía una costumbre: todas las mañanas, al levantarse, el marido preparaba el café para su mujer. Sin embargo, un día, a él se le pegaron las sábanas y ella se empezó a inquietar. Cuando por fin se despertó, la pareja cayó en la cuenta de que se había quedado sin café, lo que acrecentó los nervios de ella.

Hablamos de la Turquía del siglo XV. Él tuvo que salir en busca del café y también una combinación de especias, ya que en la época, el café se tomaba especiado con canela, cardamomo, anís, azafrán y otros ingredientes, al gusto del bebedor.
Durante sus compras, mientras le tostaban el café y su mezcla de especias, la mitad cayó al fuego y se quemó sin remedio, por lo que el tiempo iba pasando y, en casa, su pareja estaba a punto de perder los nervios. A su vuelta, finalmente, el ansiado café fue preparado y resultó uno de los mejores que la pareja había tomado. Suponemos que él le dijo algo como “¿Ya estás contenta, cariño?”, a lo que ella respondió “Sí, pero para la próxima, acuérdate de que la falta de café nos puede llevar al divorcio”.
Como todas las leyendas, la del divorcio por el café cuenta una verdad con una dosis de ficción: todos sabemos que echar en falta el café cuando más te apetece puede resultar en un conflicto matinal que se podría haber evitado fácilmente con más previsión y organización o, por el contrario, dejando en manos de profesionales tu suministro de café mensual.
Pero lo cierto es que la escena de un divorcio efectivo a causa de una falta de café podría haber ocurrido realmente, aunque no se tengan registros documentales porque, en la época, no en todos los casos se necesitaba pasar por el juzgado para disolver un matrimonio. Uno de los motivos más comunes de divorcio era el de la insolvencia: si un marido no podía hacerse cargo de los gastos de manutención de su mujer, esta podía solicitar la anulación de la pareja. No sería descabellado pensar que si faltaba café en casa, un básico de la vida en aquel momento (y ahora también), era señal de que la economía doméstica estaba haciendo aguas y que la insatisfacción conyugal era enorme.